Las criadas, de Jean Genet



8 de agosto, 2012


Respetando, y capitalizando, la idea de Genet de que en el acto teatral todo debe ser falso, Ciro Zorzoli nos propone una versión de Las Criadas en la que se subraya la artificialidad de la representación.

La obra transcurre dentro de una maqueta que deja al descubierto sus cicatrices. Por fuera de ella, Omar -una suerte de asistente multiuso- responde a las órdenes de las actrices, moviendo ventanas y alcanzando plumeros. Estos dos factores –escenografía y asistente- refuerzan el efecto: al espectador se le señala una y otra vez que está ante una puesta, desafiando el acto sagrado de creencia. Así, el teatro queda semidesnudo, pero de una manera púdica, poco escandalosa y que no llega a incomodar a nadie. 

El texto original se respeta casi en su totalidad y se hace carne en tres excelentísimas actrices: Victoria Almeida, Paola Barrientos y Marilú Marini. La vida que adquieren los personajes en ellas envuelve el misterio de los sentimientos intensa y terriblemente experimentados. El odio, la fascinación y la excitación de Clara y Solange quedan plasmados en los primeros minutos de la ceremonia que despliegan ante los ojos fisgones del público. En su adrenalínico numerito diario las dos criadas juegan a ser quienes no son: una por vez, Clara y Solange se convierten en la señora. El acting les produce un deleite adictivo y peligroso que les aprieta el cuello y las nubla por completo.

Es en ese mundo que habitan las sirvientas donde la señora toma su postura seductora, fuerte y erguida. Afuera, en el universo de Omar, esta Cruella de Vil con peluca se transforma en una anciana que no puede enderezar su endeble paso. Existir, ser quienes son, es una tarea que se consuma entre las tres: ama y esclavas se necesitan mutuamente para escupirse y verse al espejo.

Como encerradas en un cuarto sin cerraduras, las criadas ensayan –tal vez empujadas por algún que otro segundo de lucidez- actos mínimos de rebeldía: intentan salirse de escena para escapar de su destino. Pero estos amagues son frenados por Omar, quien ayuda a que la tragedia se consume.

El incesto, la explotación de clase, el poder, el deseo, la intolerancia, la paranoia, el crimen. Los temas abordados por la obra de Genet se abren en estrella para que el espectador se quede pensando. Puede que ahí radique su riqueza, más allá de su perfección en tiempo y forma.

Texto: Ariana Perez Artaso.


  
Ficha técnico-artística
Autoría: Jean Genet.
Traducción: Laurent Berger.
Actúan: Victoria Almeida, Paola Barrientos, Marcelino Bonilla, Marilú Marini.
Vestuario: Oria Puppo.
Escenografía: Oria Puppo.
Iluminación: Eli Sirlin.
Música original: Marcelo Katz.
Entrenamiento actoral: Carlos Trunsky.
Asistencia artística: Gabriel Baigorria.
Producción ejecutiva: Romina Chepe, Alberto López Sierra.
Dirección: Ciro Zorzoli
 
Datos curiosos sobre la obra
Francia. En 1933 aconteció el brutal asesinato de dos mujeres (madre e hija) de la familia burguesa Lancelin. Las autoras del atroz hecho fueron, precisamente, sus criadas: las hermanas Christine y Lea Papin, quienes confesaron rápidamente su crimen, se negaron a ser defendidas y fueron condenadas. Lo insoportable e inquietante del caso fue la no identificación del móvil que impulsó a las Papin.

Este fue el caso que inspiró a Genet para escribir Las Criadas, pieza que estrenada a fines de la década del 40´ en París.


Jean Genet (artículo de Wikipedia)

Nació en París el 19 de diciembre de 1910. De padre desconocido, su madre (una joven prostituta) lo entregó a la asistencia pública a la edad de un año, permaneciendo allá hasta los ocho. De los ocho a los diez vivió con un carpintero de Morvan y su familia, a los que hizo víctimas de sus primeros robos, pese a que (según la biografía de Edmund White) siempre se habían preocupado por él y le tenían mucho cariño. Durante su período escolar fue un alumno aventajado, obteniendo las más altas calificaciones. Sin embargo, esta época de su vida está plagada de intentos de fuga y hurtos menores. A la edad de diez años, Genet se convirtió en un auténtico ladrón, pasó su adolescencia en prisiones juveniles (como las de Mettray, Fresnes, Tourelles, y Santé) y más tarde acabó prostituyéndose.

Edmund White sugiere que los sórdidos y escabrosos detalles acerca de su infancia y adolescencia, pudieran haber sido exagerados por el mismo Genet para encajar en su ideal de "marginado". A partir de entonces comenzó a escribir. Sobre su vida de presidiario escribió en 1946 "Miracle de la Rose"/"El milagro de la rosa" (París: Gallimard, 1951), vida de presidiario que finalizó a los 18 años, cuando se alistó en el ejército.

Su vida militar acabó de forma súbita tras ser declarado culpable de realizar actos impúdicos (fue atrapado en actitud homosexual) con un compañero. A partir de ese momento prosiguen sus andanzas como vagabundo, ladrón y chapero por toda Europa. Sobre estas andanzas personales escribe en "Journal du voleur"/"Diario del ladrón" (París: Gallimard, 1949).

En 1937 regresa a París, dónde entra y sale de la cárcel en numerosas ocasiones acusado de robo, mendicidad, falsificación de documentos y conducta impúdica y obscena. Una vez más en prisión escribe el poema "Le condamné à mort" (1942), cuya edición costea de su propio bolsillo, y en 1944 la novela "Notre Dame des Fleurs"/"Santa María de las Flores" (Lyon: Barbezat-L'Arbalète, 1948).

Tras diez condenas consecutivas, sobre Genet pendía la amenaza de la cadena perpetua. Fue gracias a Jean-Paul Sartre, Jean Cocteau (quien utilizó su influencia para la publicación de "Notre Dame des Fleurs"), Pablo Picasso y otros personajes de la vida artística e intelectual francesa que pidieron el indulto personalmente al presidente de la república y su condena fue finalmente revocada en 1948. Genet nunca volvería a ser encarcelado.

En 1949 ya había publicado cinco novelas, tres obras teatrales y varios poemas. En ellas retrataba de forma totalmente explícita y provocadora tanto el crimen como la homosexualidad, motivo por el que su obra fue, no solo censurada, sino prohibida en muchos países. Por otro lado, debido a la devastadora depresión que para Genet supuso su propio análisis en el largo ensayo de Sartre "Saint Genet comédien et martyr" (1952) dejó de escribir durante años. En 1961 había escrito nuevas piezas teatrales así como el ensayo "Ce qui est resté d'un rembrandt déchiré en petits carrés", analizado por el filósofo deconstructivista Jacques Derrida en su obra "Glas".

Su vida amorosa durante este intervalo de tiempo estuvo estrechamente ligada a Abdallah, un funambulista que acabó con su propia vida en 1964. Tras este suceso, Genet también intentó suicidarse.
A finales de los años 60 se acentuó su compromiso político, especialmente después de los eventos de Mayo del 68 (incluso homenajeó a Daniel Cohn-Bendit, líder de los estudiantes revolucionarios), declarando que si bien se trataba de una revolución imposible, lo importante era que "la ideología del Mayo Francés es una mezcla de exaltación de la juventud y de rechazo a la autoridad y a la jerarquía". Participó en manifestaciones para llamar la atención sobre las penosas condiciones de vida de los inmigrantes en Francia. Sus convicciones políticas le llevaron también a apoyar a los Panteras Negras, que le invitaron a los EE. UU. donde vivió durante tres meses en 1970 dando charlas, asistiendo al juicio de Huey Newton (su líder), y escribiendo artículos para sus periódicos. 

También en 1970 tuvo acceso a los campos de refugiados en los Territorios Palestinos, entrevistándose secretamente con Yasir Arafat. Profundamente influenciado por estas experiencias escribió su última, póstuma y larga novela "Un Captif Amoureux"/"Un cautivo enamorado" (Gallimard;1986 que tradujeron al castellano, para Editorial Debate, María Teresa Gallego Urrutia y María Isabel Reverte Cejudo en 1988) En ella Genet recoge textos elaborados durante su estancia en Jordania y Líbano al lado de los fedayín. También apoyó el grupo de información para presidiarios con Angela Davis, George Jackson, Michel Foucault y Daniel Defert. Trabajo con Foucault y con Sartre en sus protestas contra la brutalidad policial contra los argelinos en París, brutalidad permanente desde la guerra de la independencia de Argelia, que provocaba la aparición de cadáveres apaleados y torturados flotando en el Sena.

En 1982 Jean Genet, que se encontraba en Beirut, fue uno de los primeros europeos en entrar en el campo de refugiados palestinos de Sabra y Chatila donde tan sólo horas antes los falangistas (kataeb) libaneses acababan de asesinar a cientos de sus habitantes. El resultado de esta visita es su texto "Quatre heures à Chatila"/"4 horas en Chatila" publicado censurado en la Revue d´Etudes palestiniennes en su número de enero de 1983; hay disponible una traducción en castellano de la versión oficial en CSCA.

El 19 de diciembre de 1983, en una de sus escasas apariciones públicas, leyó fragmentos de su obra en la inauguración de una exhibición sobre la masacre de Sabra y Chatila organizada por la "International Progress Organization" en Viena, Austria. Había sido invitado por el filósofo Hans Köchler.

En 1984 la Academia Francesa le concedió el Premio Nacional de Literatura.

Poco tiempo después Genet desarrolló un cáncer de garganta. Fue hallado muerto el 15 de abril de 1986, muerte probablemente causada por un traumatismo craneal tras una caída fatal. Casi olvidado, fue enterrado en el cementerio español de Larache, Marruecos.

Fotos:
Las Nación.
Carlos Furman.
Blanco Negro Blanco.
Del castillo encantado.
Alternativa teatral
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